Gonzalo Miró, comentarista político y deportivo, recogió el pasado sábado en Bilbao uno de los nueve premios otorgados por la Fundación Ramón Rubial, en su caso, el correspondiente a la categoría de Comunicación, supongo que por defender públicamente las ideas del actual PSOE cuando ha tenido oportunidad de hacerlo.

El colaborador televisivo, que no sabe euskera ni reside en el País Vasco, aprovechó su intervención para supuestamente reconocer que le habría encantado "poder agradecer el premio en euskera, sobre todo para que no penséis que en Madrid somos todos igual de catetos", lo cual no sé si es una forma de decir que los madrileños que no hablan euskera son todos unos catetos o si solo es él el que podría serlo.

Yo no creo que un madrileño pueda ser considerado cateto por no saber euskera, pero Gonzalo sabrá mejor a qué se refiere o qué quería decir con ello; es más, puede uno ser vasco o residir en Euskadi y hablar perfectamente euskera y ser un cateto de libro, más cateto incluso que los catetos madrileños, que, haberlos, haylos.

Por lo que yo conozco, hay catetos que lo hablan perfectamente y catetos que no lo hablan en absoluto. E incluso quienes seguirían siendo igual de catetos aunque lo aprendiesen y hablasen, e incluso aunque agradeciesen en euskera la concesión de un premio. O sea, que hay catetos en todas partes, o puede haberlos.

Imanol Pradales utiliza el español en las reuniones del Consejo de Gobierno, dado que cuatro de sus quince consejeros no dominan el euskera, lo que suele ser habitual en el País Vasco, en cuyas calles se combinan ambos idiomas con la normalidad que garantizan la educación, el sentido común y el pragmatismo

Gonzalo Miró, sin embargo, no se refería a sí mismo ni a ninguno de nosotros, euskaldunes o no, sino, en concreto, a Isabel Díaz Ayuso, que abandonó la Conferencia de Presidentes cuando el lehendakari, Imanol Pradales, decidió emplear el euskera para dirigirse al resto de presidentes autonómicos, ninguno de los cuales sabe euskera.

Esto, al parecer, no lo define como cateto, dado que todo el mundo sabe que los idiomas se emplean para que uno pueda entenderse consigo mismo y no para que lo entiendan las personas a las que uno se dirige, pero allá cada cual con sus decisiones personales y con su grado de demagogia y catetismo.

Por lo que se ve, es guay y muestra de estar preparado para el cargo de Presidente saber hablar inglés en Europa para hacerse entender y entender al resto de representantes europeos y, a la vez, es guay y muestra de cultura hablar en euskera, catalán o gallego en España para que no puedan entenderte y deban los restantes representantes a los que supuestamente te diriges ponerse un pinganillo que traduzca tus palabras, aunque parezca contradictorio.

Contradicciones de la vida, Imanol Pradales utiliza el español en las reuniones del Consejo de Gobierno, dado que cuatro de sus quince consejeros no dominan el euskera, lo que suele ser habitual en el País Vasco, en cuyas calles se combinan ambos idiomas con la normalidad que garantizan la educación, el sentido común y el pragmatismo.

Y, que sepamos, el lehendakari no reparte pinganillos entre los consejeros que no le entenderían si hablase en euskera, sino que decide utilizar la lengua que conocen todos, lo mismo que suele hacer el común de los mortales, salvo que uno sea muy sectario o muy cateto. Así que tenemos a un lehendakari que nos insta casi a diario a hablar en euskera "en las casas, en los patios de los colegios y en los centros de trabajo" pero él habla libremente el idioma que considera, que es, por otro lado, lo que yo creo que debe hacerse.

Soy partidario de que cada cual se exprese en la lengua que considere. Allá cada cual con lo que quiera que le entiendan el resto de diputados

Y es que, por mucho que insistan, provocarán sufrimiento e injusticias, como las que llevan años provocando con sus políticas lingüísticas, pero no van a cambiar la realidad sociolingüística de Euskadi: allá donde de manera natural se habla habitualmente el euskera se seguirá hablando, y allá donde no tiene presencia, seguirá sin hablarse o se hablará menos.

Incluso es posible que ocurra lo que ya parece que está ocurriendo, especialmente entre los más jóvenes: que de tanto insistir, la gente se canse y acabe harta… del catetismo de nuestros dirigentes.

Pradales aprovechó la coyuntura para reclamar apoyo político y social a su objetivo de dar un "salto" en el uso del euskera en los próximos dos años, porque nunca es suficiente; lo cual demuestra, no sólo que sus políticas son un fracaso, sino que no van a cejar en su empeño obsesivo de imponerlo coercitivamente.

Además, Pradales acusó a Ayuso de mostrar "una forma intolerante y monocolor de entender la sociedad, una identidad hegemónica que niega y excluye al diferente". El mismo que impide que los niños puedan estudiar en español u obliga a la casi totalidad de los funcionarios vascos a saber euskera sin que realmente sea necesario en muchos puestos de trabajo, se permite dar lecciones de pluralidad y respeto a la diversidad, bien sea política o lingüística. Pradales da consejos pero para él no los tiene.

Como ya dije cuando se modificó el reglamento para permitir hablar en euskera, catalán y gallego en el Congreso de los Diputados, soy partidario de que cada cual se exprese en la lengua que considere. Allá cada cual con lo que quiera que le entiendan el resto de diputados.

Por lo que sabemos, la portavoz del PNV, Maribel Vaquero, empleó el español en su intervención de esta misma semana, incluso habiendo pinganillos disponibles. A mí me parece bien lo que cada cual decida y que cada cual hable como considere, incluido Gonzalo Miró cuando aprenda euskera.

Pero, eso sí, yo suprimiría los pinganillos del Congreso de los Diputados, dado que, al saber todos español, no son en absoluto necesarios. Ya veríamos qué pronto se acababa la broma.